Sexto Domingo Ordinario - C

bienaventuranzaslucasLucas 6, 17.20-26

El profeta Jeremías en la primera lectura describe dos posturas opuestas ante la vida: las personas que ponen todo su interés en lo terreno, fugaz y superfluo de la vida y, por otro lado, las personas que vuelcan su confianza en el Señor.

Las primeras habitarán en la aridez del desierto, como el cardo que es una planta hostil, poco acogedora, propia de lugares secos, de suelos poco profundos, inhóspitos. Las personas que ponen su confianza en el Señor vivirán en una tierra rica y fértil, donde los árboles son frondosos, hunden sus raíces hasta la profundidad de la tierra buscando el agua necesaria para vivir, producen fruto abundante y sirven de cobijo a los seres vivos.

Así pueden ser nuestras vidas. Lo que es una tierra inhóspita, donde la supervivencia es difícil, se convierte en tierra hospitalaria, generosa y abundante, en la que la vida fluye en sí misma y las personas son felices. Es hermosa esta comparación, nos anima a poner nuestro centro en el Señor ¡Cuán diferente es la vida confiando en Él! Su presencia es transformadora, personal y comunitaria.

Para Jeremías vivir en el Señor, confiar en Él, es sinónimo de vida, de dar fruto abundante, de felicidad, de fuerza y esperanza en la adversidad.

Esta lectura del profeta Jeremías nos prepara para comprender mejor el evangelio de las Bienaventuranzas de S. Lucas. En esta versión de las bienaventuranzas, diferente de la de Mateo, las bendiciones se presentan en paralelo con unas maldiciones. Las maldiciones recogen prácticamente las mismas ideas que hemos comentado de la primera lectura. Los que confían en sí mismos, en el hombre, no tienen mucho futuro. Parece que están condenados al sufrimiento y a la muerte. Confían en sí mismos porque son ricos, porque comen en abundancia, porque gozan y porque todos hablan bien de ellos. En el lado opuesto están los que son declarados “bienaventurados” o “felices” por Jesús.

Las bienaventuranzas son la mejor expresión de lo que Jesús fue y vivió. Jesús fue pobre, tuvo hambre y sed de justicia, fue misericordioso, trabajó por la paz y la reconciliación, buscó quitar y aliviar el sufrimiento de los pobres, fue perseguido, murió por amor a los seres humanos y perdonó a los que le ajusticiaban. Jesús está afirmando que otro mundo es posible. Es lo que ha comenzado a construir, lo que llama su Reino. Él nos llama a nosotras a ir construyéndolo aquí y ahora. Jesús dice que en él los pobres, los que no tienen nada, los pequeños, los últimos, son los privilegiados.

El texto de las bienaventuranzas es difícil de explicar y nos puede producir cierta desazón a las personas que no somos pobres, que vivimos en situación de privilegio. La severidad con que Jesús habla nos puede hacer sentir fuera del grupo de sus preferidos. Pero, tenemos que verlo de otra manera, desde la experiencia de sentirnos acompañadas por el Dios de los sencillos, en camino para hacer un mundo más habitable y humano.

Es la propuesta que Jesús nos hace. Una propuesta en total actualidad. Nos advierte que poner nuestro ser en los afanes que esta sociedad de consumo nos ofrece: ganar más, tener más, viajar más, ser prisioneros de las modas, de las cosas y olvidarnos de aquellos a los que les falta lo básico para subsistir; eso no es humano, eso no es colaborar en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y habitable; eso no lo quiere Dios.

Hoy es fácil vivir de espaldas a las situaciones de pobreza y vulnerabilidad de tantas personas, ir tras la felicidad que la publicidad nos ofrece, llenándonos de cosas que nos nublan la vista, e impiden ver la realidad.

La propuesta de Jesús es la propuesta de hacer posible el Reino de fraternidad y humanidad hoy, aquí. Optar por poner nuestros dones al servicio de los demás, entregarnos a esta tarea que trae verdadera felicidad y fecundidad al mundo, que genera esa tierra fértil de que nos hablaba Jeremías: tierra profunda, que acoge y protege ante la adversidad, donde la vida de todas las personas es posible. Este es el proyecto de Jesús, El Reino aún por construir. Queda mucho camino por recorrer ¿Te animas?

Madres Benedictinas - Palacios de Benaver (Burgos)