Una noche en el hospital
No estoy acostumbrada a contemplar la ciudad de noche. Pero hoy es una noche distinta. Estoy en la ciudad. Es la una de la madrugada y no consigo abrirle la puerta al sueño. Aprovecho y desde la planta 6ª del hospital contemplo esa luminosidad fuerte, brillantes, que a pesar de ser artificial, no deja de ser impresionante recorriendo calles, avenidas, plazas, rotondas… son luces que indican que, a pesar de la noche, están ahí como señal de compañía y custodia de quienes duermen a la espera de un nuevo día con sus alegrías y penas, fracasos y éxitos, preocupaciones y bendiciones… Y desde mi sillón, al igual que me deleito con tanta luz, compañera de quienes no pueden estar en sus casas, contemplo al mismo tiempo el sueño tranquilo de una hermana mayor que ha tenido que salir del monasterio y ponerse en manos de los profesionales de la salud, y velo por ella.
Avanza la noche, sigo despierta, tranquila, y eso me permite pensar, reflexionar, rezar, meditar… y también amar. Miro a mi hermana mayor y percibo su fragilidad, su inseguridad, su resignación, su salud quebrada, su querer aceptar las limitaciones de la edad, también su conformidad y paz. Y la miro y veo lo que ha sido y lo que es. Y me vienen las palabras del salmo ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? ¿el ser humano para darle poder?
Y sé que el poder del Señor ahora es velar sobre ella. Hacerle sentir que Él está ahí, a su lado, acompañándola, su poder es darle confianza, hacerla sentir que no está sola. Y veo su pequeñez y su pobreza y no puedo evitar que se me remuevan las entrañas porque de nuevo la miro y veo lo que ha sido y lo que es ahora.
Y estando en eso, mi mente y recuerdo sube también hasta la planta 7ª, allí sé que hay una señora, no la conozco, luchando por cruzar la línea que separa la vida de la VIDA. Acompañada de su familia, está terminando el último tramo de su camino en este peregrinaje de la vida. Y pido por ella, por su marido, por sus hijos, y deseo que su tránsito sea en paz ¿será esta noche cuando pueda gozar de la luz más hermosa? Sólo Dios sabe.
Y pienso en todos cuantos como ella en este hospital estarán pasando por esta misma situación. A todos ellos les deseo una muerte santa. “Dichosos si encuentran en el Señor su fuerza al preparar su peregrinación”.
Y pienso en mis hermanas de comunidad. Quizá no todas ellas esta noche tengan un sueño feliz. Pero mi deseo es que todas se sientan queridas y amadas por ese Dios que es Padre y que vela por cada uno de sus hijos. Y pienso en Irene, la postulante, una vida deseosa de seguir al Señor con obstáculos y dificultades, con tropiezos y caídas, pero con un corazón sediento de Dios que la empuja a querer superar todo lo adverso.
Y pienso en mi M. Abadesa. Ella vela sobre cada una de nosotras, en su corazón vivimos. Y sé que el sufrimiento de cada hermana es su sufrimiento. Y sé que también arrastra su sufrimiento personal, su dolor físico que no la deja ni de día ni de noche. Y la admiro. Soporta con altura su cruz. Increible y admirable.
Y pienso en mí y hago un recorrido breve de todos estos años acompañando a mis hermanas enfermas, mayores. Y nunca acabo de acostumbrarme a esto.
Pero tengo paz, mi corazón está tranquilo y doy gracias a Dios por permitirme acompañar y cuidar a mis hermanas en todo lo que necesiten.
Avanza la noche y el ambiente está tranquilo. Después de este rato maravilloso creo que voy a intentar cerrar los ojos y acurrucarme en los brazos de Dios y dejar que sea él quien me acune y me duerma.