Domingo 6 - C
Jesús acaba de elegir a sus apóstoles que serán las columnas donde se asentará la Iglesia. Y, ahora pasa a darles las grandes líneas del programa del Reino: las bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. En la medida en que seamos capaces de vivirlas estaremos más cerca de Dios. Pero, no debemos desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que este ideal sugiere.
Otro mundo es posible. La felicidad brota de la coherencia de la vida y de la confianza en el Señor que nos librará del sufrimiento. Son felices las personas pobres. La pobreza material no es un bien en sí mismo, sino una carencia. No hay que esperar a llegar al cielo, hay que trabajar ya aquí por la justicia.
Lucas no habla como Mateo de “pobres de espíritu”, sino de pobreza a secas, es decir, aquellos que están carentes de lo más elemental para vivir dignamente.
Son felices las personas que ahora lloran sin que las lágrimas dejen rencores en su vida. También son felices los que son perseguidos por causa del seguimiento del Hijo del Hombre y permanecen fieles a Él.
Los que tienen hambre de justicia, lloran con el que sufre y son perseguidos por ser consecuentes con sus ideas y su fidelidad a Dios, son felices porque Dios está con ellos, no porque en sí La miseria, el hambre, el llanto o la incomprensión sean buenos. El cristiano no es un masoquista. Las bienaventuranzas de Lucas testimonian que Dios está a favor de los débiles y defiende su causa. Otro mundo es posible y de nosotros depende construirlo.
Lucas proclama también “las malaventuranzas”. El que acumula bienes injustos, en su interior es un desdichado. Los satisfechos y egoístas que sólo piensan en sí mismos, en el fondo son unos infelices porque han `puesto su confianza en sí mismos, en lugar de ponerla en Dios. A Lucas le da pena su situación, por eso exclama ¡Ay de vosotros! Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su mensaje es radical y revolucionario.
Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio, Pero, sus palabras son claras, el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz,
Vamos a pedirle al Señor que nos conceda vivir según el espíritu de las bienaventuranzas, la alegría, la sencillez, la misericordia. Que seamos en medio de los hombres y mujeres de nuestro mundo, en nuestra comunidad, signo del amor fraterno, abriéndonos a lo humano y a lo divino.