Domingo 2 Adviento - B 2023
“Comienza la Buena noticia de Jesucristo, Hijo de Dios”. Este es el inicio solemne y gozoso del evangelio de Marcos. Estas primeras palabras que se pronuncian en este evangelio se hacen eco de las del profeta Isaías, que habla de parte de Dios (Is 40,3-4)
A continuación de manera brusca y sin advertencia alguna, comienza a hablar de la urgente conversión que necesita vivir todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor: "preparad los caminos para el Señor que viene..." La espera del Señor no es una actitud pasiva y conformista. Es una espera activa, llena de energía. Es la espera del que camina ya hacia la persona que viene.
Si la llamada del domingo pasado se podía resumir en el slogan: "Vigilad", la de hoy se puede sintetizar con otra consigna también clara y enérgica: "convertíos".
Convertirse no significa necesariamente que seamos grandes pecadoras y debamos hacer penitencia. Convertirse, creer en Cristo Jesús, significa volverse a él, aceptar sus criterios de vida, acoger su evangelio y su mentalidad, irla asimilando en las actitudes fundamentales de la vida.
Por eso la voz del Bautista es incómoda. Nos invita a un cambio, a tomar una opción: "preparad el camino del Señor, allanad sus senderos..."
Hoy se nos invita a bajar nuestra soberbia y elevar nuestra humildad; a enderezar nuestras dobles intenciones y tener “rectitud de intención” en todo lo que hacemos. Se nos invita a actuar con los criterios del evangelio y no con los del mundo. A orar y escuchar más la palabra de Dios en vez de nuestra palabrería. A reconducir nuestra manera de actuar, de comportarnos, de vivir como monjas.
En el desierto aparece un profeta diferente. Viene a preparar el camino del Señor. Su llamada no se dirige solo a la conciencia individual de cada uno sino a todo el pueblo.
La reacción del pueblo es conmovedora. Según Marcos, desde Judea y Jerusalén marchan al desierto para escuchar la voz que los llama. El desierto es el lugar mejor para escuchar la llamada a la conversión. Allí toman conciencia de la situación en que viven; experimentan la necesidad de cambiar; reconocen sus pecados sin echarse las culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación. Según Marcos “confesaban sus pecados y Juan los bautizaba”
Juan bautiza con agua, es un bautismo de preparación y penitencia. Jesús, en cambio, bautizará “con Espíritu Santo”. El auténtico bautismo es el de Jesús, el que nos transforma interiormente y nos convierte en criaturas nuevas. Como dirá Jesús a Nicodemo “hay que nacer del agua y del Espíritu”. Pero hay otra diferencia: Juan era la voz, Jesucristo es la Palabra.
Hay que destacar en Juan su coherencia y su humildad. Una coherencia entre lo que dice y lo que hace, entre su mensaje y su vida. Aparece en el desierto llevando una vida austera, iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Aparece solo frente a todo el pueblo.
Se muestra humilde, sabe que él sólo es el precursor, que anuncia a Alguien que es más grande que él al que no merece ni desatarle las sandalias
Se está abriendo un camino para Dios, "preparad un camino al Señor.... que los valles...”. ¡Dios viene! Hoy se nos invita a "preparar", a "abrir" un camino para El... en las tierras áridas de la estepa... con grandes esfuerzos, ¡desplazando los montes si es preciso!
Nuestras vidas están sembradas de obstáculos y resistencias que impiden o dificultan la llegada de Dios a nuestros corazones. Dios está siempre cerca, somos nosotras las que tenemos que abrir caminos para acogerlo.
El Dios, a cuyo encuentro salimos “animosos”, no es el Dios terrible y duro que predicaba Juan Bautista; es un Dios cercano y entrañable que nos toma en sus brazo cuando, como hoy, nos sentimos débiles y frágiles, que nos hace recostar cuando, como dirá más tarde Jesús, nos sentimos “cansados y agobiados”, para decirnos una palabra de acogida, de alivio. Este es, pues, el mensaje de este domingo segundo de Adviento: “salir animosos al encuentro de Cristo que viene”. La venida del Señor debe de llenarnos de gozo y también debemos gozarnos porque comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios.
¡FELIZ DOMINGO!