Una noche en el hospital

14 noche hospital 1No estoy acostumbrada a contemplar la ciudad de noche. Pero hoy es una noche distinta. Estoy en la ciudad. Es la una de la madrugada y no consigo abrirle la puerta al sueño. Aprovecho y desde la planta 6ª del hospital contemplo esa luminosidad fuerte, brillantes, que a pesar de ser artificial, no deja de ser impresionante recorriendo calles, avenidas, plazas, rotondas… son luces que indican que, a pesar de la noche, están ahí como señal de compañía y custodia de quienes duermen a la espera de un nuevo día con sus alegrías y penas, fracasos y éxitos, preocupaciones y bendiciones… Y desde mi sillón, al igual que me deleito con tanta luz, compañera de quienes no pueden estar en sus casas, contemplo al mismo tiempo el sueño tranquilo de una hermana mayor que ha tenido que salir del monasterio y ponerse en manos de los profesionales de la salud, y velo por ella.

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25 años de Profesión Monástica

16 25 aniosGratitud. Es tiempo de acción de gracias por mis 25 años de Profesión Religiosa, por aquel Sí primero al Señor que, con su gracia y la ayuda de mis hermanas, he ido manteniendo a lo largo de estos años de peregrinación en la fe. Tiempo de reconocer y celebrar el don de Dios, por el gran regalo de la vocación en la sencillez de la vida orante, compartiendo amistad y fraternidad con mis hermanas, por la entrega de mi vida al servicio de la comunidad, de la Orden y de la Iglesia, viviendo con alegría evangélica, y pasar, como Jesús, haciendo el bien.

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Te despedimos con cariño, hermana

18 cipresEl misterio de la vida, el misterio de la muerte. ¡Qué gran certeza inabarcable e impenetrable! Mi Dios y Señor, qué hermosa es la grandeza de la vida, de tus obras, de todo lo creado... hasta lo más pequeño e insignificante despierta en mí un asombro y admiración infinitos seguido de un agradecimiento por tanto bien que nos regalas.

Pero la experiencia del sufrimiento y del dolor para acabar más pronto o más tarde con la muerte es algo que me sobrepasa, porque no admite respuesta. Los interrogantes se abren y abiertos quedarán para siempre. Solo desde la “seguridad” de la fe y la esperanza de “esa otra vida” se puede aceptar con paz este valle de lágrimas.

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