Asunción de María

asuncion de Mara2025Hoy celebramos con alegría la Asunción de la Virgen María, misterio en el que contemplamos que ella, al final de su vida, fue llevada en cuerpo y alma al cielo. No es simplemente un premio personal, sino la manifestación de la fidelidad de Dios hacia quien se abandona totalmente en Él.

El Evangelio nos presenta a María visitando a su prima Isabel. Recién ha recibido el anuncio del ángel y, lejos de quedarse centrada en sí misma, se pone en camino con prontitud para servir. Sus labios pronuncian el Magníficat, un canto que no habla de sus méritos, sino de la grandeza de Dios que mira con amor a los pequeños.

La Asunción nos recuerda que la vida tiene un destino definitivo: no vamos hacia la nada, sino hacia la plenitud de Dios. María, la humilde sierva del Señor, llegó ya a la meta y nos enseña el camino: escuchar la Palabra, acogerla en el corazón y vivirla en el servicio y la confianza. Su historia nos revela que la verdadera grandeza está en la humildad, y que en medio de las luchas y cansancios de la vida podemos caminar con esperanza, sabiendo que la victoria final pertenece a Dios.

Hoy le pedimos a María que nos ayude a vivir con un corazón sencillo y fiel, para que un día podamos compartir su alegría eterna en la presencia del Señor.

Seguir leyendo

Domingo 19 - C 2025

domingo 19 c 2025Lucas 12, 32-48

Las primeras palabras que hoy escuchamos del Señor nos envuelven con una ternura que sostiene toda la vida de fe: “No temas, pequeño rebaño”. Es una palabra que va directamente al corazón. No se trata de una advertencia, ni de una orden, sino de una promesa. Jesús conoce nuestras fragilidades, sabe lo que pesa el día a día, conoce nuestras dudas, nuestras caídas, nuestro deseo de fidelidad que a veces se mezcla con el cansancio o la distracción. Y sin embargo, nos llama su pequeño rebaño. Un grupo reducido, aparentemente sin poder, pero inmensamente amado. Y a ese pequeño rebaño, el Padre ha querido dar el Reino. No prestarlo, no venderlo, no prometerlo vagamente. Darlo. Gratuitamente. Como un don.

Seguir leyendo

Domingo 18 - C 2025

domingo 18 c 2025Lucas 12, 13-21

Jesús está enseñando a la multitud cuando un hombre lo interrumpe con una petición aparentemente legítima: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.” No pide un milagro, ni comprensión, sino justicia económica. Pero Jesús no accede. Él no es juez de causas externas, sino médico de los corazones. Y en el corazón de este hombre hay algo más profundo que una herencia disputada: hay codicia, deseo de poseer, de tener más. Por eso Jesús lanza una advertencia clara: “Guardaos de toda clase de codicia, porque, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.”

La advertencia da paso a una parábola. Un hombre rico tiene una gran cosecha. Es tan abundante que decide derribar sus graneros y construir otros más grandes. Todo parece normal, incluso admirable: organización, visión de futuro, seguridad. Pero el relato se tiñe de sombra cuando ese hombre empieza a hablarse a sí mismo: “Alma mía, tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe, date buena vida.”

Seguir leyendo

Domingo 17 - C 2025

Domingo 17 c 2025Lucas 11, 1-13

Jesús oraba en cierto lugar. Al terminar, uno de sus discípulos, conmovido quizá por la forma en que lo hacía, se atrevió a pedir: “Señor, enséñanos a orar”. No le pide una oración cualquiera, ni una fórmula para repetir, sino que desea aprender a hablar con Dios como Él lo hace, con esa intimidad serena, profunda, confiada.

Y Jesús responde con palabras que aún hoy resuenan en lo más profundo del alma: “Cuando oréis, decid: Padre…”. Solo esa palabra ya transforma. No dice “Dios lejano”, ni “Juez eterno”, sino simplemente “Padre”.

Ese inicio lo cambia todo: orar no es realizar un rito o cumplir con un deber, es dirigirse a un Dios que nos ama como hijos, que nos conoce, que se compadece, que espera nuestro corazón abierto. Jesús enseña una oración breve, pero densa, cargada de sentido.

Seguir leyendo

Domingo 16 - C 2025

domingo 16 c 2025Lucas 10, 38-42

El Evangelio de este domingo nos presenta una escena sencilla pero profundamente reveladora: Jesús visita la casa de Marta y María. Dos hermanas, dos actitudes, una sola presencia que lo transforma todo. Este pasaje, breve pero denso, se convierte en un espejo para examinar nuestra vida espiritual, nuestras prioridades y la calidad de nuestra relación con el Señor.

El texto comienza con una afirmación esencial: “Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.” Esta es ya una imagen poderosa. Jesús no irrumpe, no se impone. Es acogido. La iniciativa es de Marta, quien abre su casa al Maestro.

Seguir leyendo