Domingo XXIX - C

domingo 29Lucas 18, 1-8

El evangelio de hoy comienza con una invitación a perseverar en la oración y concluye con una pregunta abierta sobre la fe.

Esta parábola pretende, como se dice expresamente en el texto de Lucas, animar a los discípulos a tener tal seguridad en la oración de petición que no duden en perseverar en sus súplicas a Dios, por muy difícil que se les presente el problema o la situación que pretenden resolver.

Una invitación a tener confianza en Dios, a saber, que es un Dios justo, que no abandona a sus hijos, especialmente cuando le piden, cuando le ruegan. Pero llama la atención la frase con la que termina el trozo del evangelio de Lucas que se lee hoy: “… cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”.

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Domingo XXVIII - C

domingo 28Lucas,  17, 11-19

El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.

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Domingo XXVII - C

domingo 27Lucas 17, 5-10

Los discípulos, como vemos en el evangelio, son conscientes de su poca fe, de su incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden que les aumente la fe. Y nosotras, ¿tenemos fe? ¿Cómo es nuestra fe? ¿Necesitamos que crezca?

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Domingo XXVI - C

domingo 26Lucas 16, 19-31

Según Lucas, cuando Jesús gritó: «no podéis servir a Dios y al dinero», algunos fariseos que le estaban oyendo y eran amigos del dinero «se reían de él». Jesús no se echa atrás. Al poco tiempo, narra una parábola desgarradora para que los que viven esclavos de la riqueza abran los ojos.

Jesús describe en pocas palabras una situación sangrante. Un hombre rico y un mendigo pobre que viven próximos el uno del otro, están separados por el abismo que hay entre la vida de opulencia insultante del rico y la miseria extrema del pobre.

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Domingo XXV - C

No podis servirLucas 16,1-13

La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Solo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia.

En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.

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