Domingo III - Cuaresma
Juan 4, 5-42
Hoy la liturgia nos presenta un texto muy bello. Uno de los diálogos más largos y profundos del evangelio donde Jesús se revela progresivamente a una mujer en la narración y a cada una de nosotras. Jesús está esperándonos, con hambre de encuentro, con sed de amor. Pero Jesús sabe esperar. Él es manantial de amor en el pozo de nuestra interioridad. ¿Cómo cruzar el umbral que nos separa de él y de nosotras mismas? Como a la mujer samaritana, sólo una sed honda, a menudo desconocida, nos alumbra; y un cansancio, que sólo se cura con el amor, nos ayuda a descubrir la presencia del Amado.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber”. Jesús no pierde el tiempo. Inmediatamente provoca un diálogo sereno y profundo con una mujer samaritana rompiendo barreras de separación religiosa. Todo se desarrolla entre un hombre y una mujer con distintos tipos de sed en un momento en el que el sol abrasa.
Mateo 17, 1-9
Mateo 4, 1-11
Mateo 5,38-48