Continuamos en la liturgia de hoy vivenciando los mismos sentimientos expuestos en el día de ayer.

Es crucial el momento en que uno de los discípulos colabora con los enemigos en la entrega de su Maestro. Al conocerlo, el alma vuelve a rumiar una y mil veces, por un lado, la grandeza del Amor y, por otro, la miseria de la infidelidad y traición.

Asociémonos nosotros al grito del amor sincero y del dolor asumido, y tomemos como punto de partida la antífona de entrada a la Misa:

Al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo.

Nos dice el Papa Francisco que el Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de allí!

Pero también nos habla de traición: "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar".

- Hablar de traición supone hacer referencia a una relación de amor y fidelidad frustrada. Sólo se traiciona lo que se ama. ¿Estaremos nosotros traicionando a Jesús a quien queremos amar?
- Lo traicionamos cuando abusamos de promesas que no vienen refrendadas por nuestra vida.

Jesús carga sobre sí todo sufrimiento, todo mal.

Esta semana nos hará bien mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús, besarlas en el crucifijo.

Él cargó sobre sí todo el sufrimiento humano, se revistió con este sufrimiento.

                                                                                                 - Papa Francisco -

Hosanna en el cielo

Una gran multitud de gente, que había ido a la fiesta, aclamaba al Señor:

 "Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo".

  Aclamemos con palmas de victoria al Señor que viene,

  y salgamos a su encuentro con himnos y cantos,

  dándole gloria y diciendo:

  "Bendito eres, Señor".