Domingo 5 - C 2025

domingo 5 c 2025Lucas 5, 1-11

¿Quién no se ha sentido alguna vez como Pedro? Cansada de luchar, pero no con ese cansancio físico que se alivia durmiendo, sino con ese agotamiento interior, donde la vida pesa y la rutina pierde sentido. Toda la noche pescando… y nada. En la oscuridad, el horizonte se desvanece y la mirada se acorta tanto que incluso la presencia se vuelve invisible. Quizá hasta habían pescado algo, pero ¿cómo verlo en la noche?

A veces nosotras también experimentamos ese cansancio. Sin embargo, en medio de esa situación, Jesús sale a nuestro encuentro. Nos invita a adentrarnos de nuevo en el mar con Él, en la misma barca, en el mismo mar. Aparentemente, nada va a cambiar, pero todo es distinto: ahora Pedro lanza las redes mirando a Jesús, escuchando su Palabra y confiando en ella.

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Domingo 4 - C 2025 Presentación del Señor

domingo 4 c 2025aLucas 2, 22-40

El evangelio de esta fiesta nos trae todavía el eco del misterio contemplado a lo largo de la Navidad: la alegría de reconocer al Dios-con-nosotros y de comunicarlo a todos los que nos rodean. Es lo que hicieron los ancianos Simeón y Ana, que son modelo para la vida de los monjes y las monjas de todos los tiempos.

El bellísimo relato del evangelio según san Lucas (2, 22-40) encontramos a José y a María que llevan a Jesús al templo para presentarlo al Señor tal y como prescribía la Ley.

Paradójicamente, casi no tienen ni tiempo de entrar en el templo, porque inmediatamente lo cogen en sus brazos un hombre y una mujer ancianos. Esta imagen nos hace dar cuenta que Jesús “pertenece” al hombre; Jesús es de todos aquellos hombres y mujeres sedientos de Dios, de aquellos que nunca han desistido de buscar y de soñar, como el anciano Simeón y también de aquellos, que como la anciana profetisa Ana saben ver siempre más allá de la realidad reconociendo en un recién nacido el Dios-con-nosotros. Ambos, en su vejez, viven a Dios como futuro, como cumplimiento de toda su larga espera.

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Domingo 3 - C 2025

domingo 3 c 2025Lucas 1, 1-4; 14-21

Jesús vuelve ahora a Galilea, a su tierra, al pueblo donde se había criado, con la fuerza del Espíritu, para dar comienzo a tres años intensos en los que anunciará, con su palabra y con su vida, el proyecto del Padre para la humanidad. Entra en la Sinagoga un sábado, como era su costumbre. Lee el libro del profeta Isaías, concretamente el pasaje en el que Isaías presenta al Mesías como el ungido por el Espíritu”. La expectación, me imagino, debería ser enorme.

Este joven, al que sus paisanos vieron crecer por las calles polvorientas de Nazaret, vuelve como un Maestro que enseña con autoridad haciendo que su fama se extendiera y las gentes le alabaran. Cuando entra en la sinagoga nadie queda indiferente… “Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él Y cuando termina de leer el pasaje proclama: “Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír”.

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Domingo 2 - C 2025

OLYMPUS DIGITAL CAMERAJuan 2, 1-12

Según el evangelista Juan, Jesús fue realizando signos para dar a conocer el misterio encerrado en su persona y para invitar a la gente a acoger la fuerza salvadora que traía consigo. ¿Cuál fue el primer signo?, ¿qué es lo primero que hemos de encontrar en Jesús?

El evangelista habla de una boda en Caná de Galilea, una pequeña aldea de montaña, a quince kilómetros de Nazaret. Sin embargo, la escena tiene un carácter claramente simbólico. Ni la esposa ni el esposo tienen rostro: no hablan ni actúan. El único importante es un «invitado» que se llama Jesús.

Las bodas eran en Galilea la fiesta más esperada y querida entre las gentes del campo. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas de boda y cantando canciones de amor. De pronto, la madre de Jesús le hace notar algo terrible: «no les queda vino». ¿Cómo van a seguir cantando y bailando?

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Bautismo del Señor 2025

OLYMPUS DIGITAL CAMERA         Lucas 3, 15

El amor es la energía que da verdadera vida a la sociedad. En toda civilización hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que provocan muerte, mentira e indignidad. No siempre es fácil detectarlo, pero en la raíz de todo impulso de vida está siempre el amor.

Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra todo aquello que puede destruirlo.

Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas. En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que el pensador norteamericano Herbet Marcuse llamaba «la eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una «no libertad confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer la verdadera libertad ni el amor.

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