Quinto Domingo Cuaresma - C

Juan 8, 1-11

Cuando a alguien le cae una desgracia, nunca hay que decir: «Justo castigo por sus pecados». Lejos de castigar a los que lo ofenden, Dios deja siempre tiempo a los pecadores para que se enmienden, esperando que al final se conviertan. Es un padre que aguarda sin cesar su regreso y, cuando finalmente vuelven a casa, invita al cielo y a la tierra a que se alegren con él.

La insistencia de Jesús en la infinita misericordia de Dios, ciertas formas de ilustrar esta enseñanza y, sobre todo, su comportamiento, acabaron por despertar la desconfianza de los «puros», de ciertos fariseos que, como el hijo mayor de la parábola, servían a Dios desde hacía muchos años sin haber desobedecido nunca una orden suya. ¿Qué pensar de este predicador que recibía a los pecadores y no dudaba en comer con ellos? Su conducta les resultaba cada vez más sospechosa, más escandalosa. Su forma de actuar, que tanto agradaba al pueblo, ¿no era una forma de complicidad con el pecado?

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Cuarto Domingo Cuaresma - C

hijo prdigoLucas 15, 1-3. 11-32

El evangelio de este domingo narra “la parábola del hijo pródigo”. Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús, el corazón del evangelio. Todas hemos escuchado y meditado más de una vez esta parábola. Es una de esas historias que llega al corazón, que nos toca por dentro. Expresa de una forma inmejorable la fuerza de la misericordia y el perdón.

Jesús hace una invitación a los que “cumplen” -a los que se creen buenos y justos- a alejarse viendo cómo los hermanos menores, los que malgastan la hacienda, los que andan perdidos y vuelven, se sientan también a la mesa y participan de la fiesta, porque, al fin y al cabo, para el padre, son también hijos y para ellos deberían seguir siendo hermanos. Para personas como el hermano mayor el evangelio es siempre un escándalo. No sólo querrían que por sus méritos acumulados Dios los diera a cambio el reino, sino que aún parece que les interesa y satisface más el que se lo quite a otros.

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Tercer Domingo Cuaresma - C

higuera estrilLucas 13, 1-9

La llamada a la conversión constituye el centro de la liturgia de este tercer domingo de Cuaresma en el que vamos caminando hacia la Pascua.

El evangelio de hoy tiene dos partes bien diferenciadas:

1ª. Comentario de Jesús a dos tristes sucesos: muerte violenta de unos galileos y derrumbamiento de la torre de Siloé que aplastó a dieciocho hombres.

2ª. Parábola de la higuera estéril. Ambas unidades coinciden en la urgencia de la conversión antes de que se agote la paciencia de Dios.

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Segundo Domingo Cuaresma - C

TranfiguracionLucas 9, 28b-36

Lucas nos cuenta la transformación que sucedió en Jesús mientras oraba. Está acompañado por Moisés y Elías, los representantes de la “ley” y los “profetas” del A.T. Los dos personajes también han experimentado en sus vidas el número simbólico de 40: cuarenta días en el monte, Moisés; cuarenta días de viaje hacia el monte Horeb, Elías.

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Primer Domingo Cuaresma - C

tentaciones1Hace pocos días, con la imposición de la ceniza, iniciamos el tiempo de la Cuaresma. En estos 40 días, que van desde el Miércoles de Ceniza hasta la Semana Santa, la Iglesia nos invita a recorrer un camino de conversión de tal manera que, libres de todo aquello que nos separa de Dios y de las hermanas podamos celebrar el triunfo de la vida nueva que surge del crucificado-resucitado.

Este camino será más fructífero si lo hacemos atendiendo a la triple invitación que se nos hacía el pasado miércoles: intensificando la oración, compartiendo lo que somos y tenemos (limosna) y moderando nuestros apetitos (ayuno).

La liturgia en este primer domingo de Cuaresma nos ofrece el pasaje de las tentaciones de Jesús, como si quisiera advertirnos de que tampoco a nosotras nos van a faltar, pero que también podemos salir victoriosas, como Jesús.

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