Inmaculada Concepción
María no sólo tiene una relación singular con Cristo, el Hijo de Dios que, como hombre, quiso convertirse en hijo suyo. Al estar totalmente unida a Cristo, nos pertenece totalmente a nosotros. María está cerca de nosotros como ningún otro ser humano, ya que Cristo es hombre para los hombres. Todo su ser es un "ser para nosotros". Y, cuanto más se entrega la persona humana, tanto más se encuentra a sí misma.
¿Inmaculada"? ¿Tiene algo que decirnos hoy? El saludo del ángel nos hace comprender que María, la humilde mujer, es ese "resto santo" de Israel, en ella está presente la verdadera Sion, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo. Ella, el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del Salmo: "La tierra ha dado su fruto" (Sal 67, 7). Ella, vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive: Dios salvó y salva a su pueblo.