Domingo 23 - C 2025
El evangelio que hoy escuchamos nos sorprende con palabras fuertes de Jesús: “El que no renuncia a su padre, a su madre, a sus hermanos, a su propia vida, y a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. A primera vista nos incomoda, porque sentimos que nos pide algo imposible, como si nos obligara a rechazar lo más querido. Pero en realidad, el Señor nos está mostrando la radicalidad del amor verdadero. No se trata de despreciar a nuestra familia o las cosas de la vida, sino de descubrir que nada ni nadie puede ocupar el lugar que sólo a Dios le corresponde. Cuando Jesús es el centro, todo lo demás encuentra su justa medida.
Él habla también de la cruz. No la cruz como un peso sin sentido, sino como el signo del discípulo que ha aprendido a vivir a la manera de Cristo: con entrega, con fidelidad, con valentía para amar, aunque duela. Cargar la cruz significa aceptar que seguir a Jesús no siempre es cómodo, pero siempre es fecundo.