Domingo 4 Cuaresma - C 2025
Este domingo la liturgia cuaresmal ofrece a nuestra meditación una de las parábolas más hermosas del evangelio: la parábola del Padre y sus dos hijos. Parábola que, seguramente, hemos leído y meditado muchas veces, pero que siempre que nos acercamos a ella toca de modo nuevo nuestro corazón. De entrada, es bueno recordar que el auténtico protagonista de la parábola es el Padre, cuyo proceder Jesús pone como razón última para explicar su comportamiento con publicanos y pecadores cuando es criticado porque “acoge a los pecadores y come con ellos”. Todos hemos sido en un tiempo el hijo pequeño y en otros momentos el hijo mayor: pero la llamada fundamental de la parábola es a comprender la misericordia del Padre y a sentirnos acogidos por ella.
Quiero poner la atención en un versículo que me parece central en el relato de Lucas: es el versículo 20. Dice así: “Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos”. ¡Qué bien nos puede hacer saborear una a una esas palabras!