Domingo 23 - B 2024
El milagro que nos invita a contemplar el evangelio de hoy nos puede parecer un milagro “menor”, si lo comparamos con otros milagros del evangelio como pueden ser las sanaciones de leprosos, o devolver la vista a un ciego de nacimiento o resucitar a Lázaro. Pero no lo es… Consideremos la situación vital de la persona a la que Jesús sana.
“Un sordo que apenas podía hablar”. Estamos no sólo ante limitaciones físicas como la incapacidad de oír y de hablar. Ambas sumadas nos presentan a una persona inhabilitada para la relación humana y para la convivencia social, alguien condenado a vivir al margen de toda relación social y destinado a la marginalidad de quien es incapaz de comunicarse. Sin olvidar el dolor interior y la frustración que viven las personas que no pueden oír y que no pueden expresar con palabras sus pensamientos, sus afectos, sus sentimientos.