Domingo 23 - B 2024

domingo 23 b 2024Marcos 7, 31-37

El milagro que nos invita a contemplar el evangelio de hoy nos puede parecer un milagro “menor”, si lo comparamos con otros milagros del evangelio como pueden ser las sanaciones de leprosos, o devolver la vista a un ciego de nacimiento o resucitar a Lázaro. Pero no lo es… Consideremos la situación vital de la persona a la que Jesús sana.

“Un sordo que apenas podía hablar”. Estamos no sólo ante limitaciones físicas como la incapacidad de oír y de hablar. Ambas sumadas nos presentan a una persona inhabilitada para la relación humana y para la convivencia social, alguien condenado a vivir al margen de toda relación social y destinado a la marginalidad de quien es incapaz de comunicarse. Sin olvidar el dolor interior y la frustración que viven las personas que no pueden oír y que no pueden expresar con palabras sus pensamientos, sus afectos, sus sentimientos.

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Domingo 22 - B 2024

Hand holding up red heart to the sunset skyMarcos 7, 8-23

Jesús y los suyos andan por los alrededores del lago de Genesaret lejos de Jerusalén y por tanto lejos de la mirada inquisitoria de los “perfectos “por lo que aquí el cumplimiento de la Ley no es tan estresante. También los seguidores de Jesús se relajan. Comen sin lavarse antes las manos, uno de tantos preceptos higiénicos necesarios en épocas de caminos polvorientos y enfermedades infecciosas. Instar a su cumplimiento resultaba más fácil y eficaz si el mandato se justificaba como procedente de Dios.

Así estas normas de convivencia pasaron a ser mandamientos divinos tan sagrados que su incumplimiento suscitaba la crítica y merecía sanción de fariseos y Doctores de la Ley. Éstos, se desplazan hasta esta zona para observarlos de cerca y poder increpar a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras?

A lo que Jesús contesta con un exabrupto: “Bien profetizó de vosotros Isaías, hipócritas, “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”.

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Domingo 21 - B 2024

domingo 21 b 2024Juan 6, 60-69

El evangelio de Juan ha conservado el recuerdo de una fuerte crisis entre los seguidores de Jesús. No tenemos apenas datos. Solo se nos dice que a los discípulos les resulta duro su modo de hablar. Probablemente les parece excesiva la adhesión que reclama de ellos. En un determinado momento, "muchos discípulos suyos se echaron atrás". Ya no caminaban con él.

Por primera vez experimenta Jesús que sus palabras no tienen la fuerza deseada. Sin embargo, no las retira, sino que se reafirma más: "Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen". Sus palabras parecen duras, pero transmiten vida, hacen vivir pues contienen Espíritu de Dios.

Jesús no pierde la paz. No le inquieta el fracaso. Dirigiéndose a los Doce les hace la pregunta decisiva: "¿También vosotros queréis marcharos?". No los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no han de ser siervos sino amigos. Si quieren puede volver a sus casas.

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Domingo 20 - B 2024

domingo 20 b 2024Juan 6, 51-58

Según el relato de Juan, una vez más los judíos, incapaces de ir más allá de lo físico y material, interrumpen a Jesús, escandalizados por el lenguaje agresivo que emplea: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?". Jesús no retira su afirmación, sino que da a sus palabras un contenido más profundo.

Según Jesús, los discípulos no solo han de creer en él, sino que han de alimentarse y nutrir su vida de su misma persona. La eucaristía es una experiencia central en sus seguidores de Jesús.

Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida".

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Domingo 19 B - 2024

OLYMPUS DIGITAL CAMERA         Juan 6, 41-51

Jesús se encuentra discutiendo con un grupo de judíos. En un determinado momento hace una afirmación de gran importancia: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre». Y más adelante continúa: «El que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí».
La incredulidad empieza a brotar en nosotros desde el mismo momento en que empezamos a organizar nuestra vida de espaldas a Dios. Así de sencillo. Dios va quedando ahí como algo poco importante que se arrincona en algún lugar olvidado de nuestra vida. Es fácil entonces vivir ignorando a Dios.

Incluso los que nos decimos creyentes estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios. No es que Dios no hable en el fondo de las conciencias. Es que, llenos de ruido y autosuficiencia, no sabemos ya percibir su presencia callada en nosotros.

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