Domingo 6 - C
Jesús acaba de elegir a sus apóstoles que serán las columnas donde se asentará la Iglesia. Y, ahora pasa a darles las grandes líneas del programa del Reino: las bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. En la medida en que seamos capaces de vivirlas estaremos más cerca de Dios. Pero, no debemos desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que este ideal sugiere.
Otro mundo es posible. La felicidad brota de la coherencia de la vida y de la confianza en el Señor que nos librará del sufrimiento. Son felices las personas pobres. La pobreza material no es un bien en sí mismo, sino una carencia. No hay que esperar a llegar al cielo, hay que trabajar ya aquí por la justicia.