La liturgia de este domingo nos presenta el impresionante relato de la mujer adúltera.
Al amanecer Jesús se presenta de nuevo en el templo. De pronto, un grupo de escribas y fariseos irrumpe trayendo a "una mujer sorprendida en adulterio". No les preocupa el destino terrible de la mujer, lo que pretenden es poner a prueba a Jesús. Nadie le interroga de nada. Está ya condenada. Los acusadores lo dejan muy claro: "La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?
El evangelio de este domingo narra “la parábola del hijo pródigo”. Sin duda la parábola más cautivadora de Jesús. Todas hemos escuchado y meditado más de una vez esta parábola. Es una de esas historias que llega al corazón, que nos toca por dentro. Expresa de una forma inmejorable la fuerza de la misericordia y el perdón. Escuchándola se nos hace transparente lo que significa la reconciliación.
Hoy, sin embargo, se la denomina “la parábola del padre bueno” porque, en definitiva, el padre es el personaje central: un padre que no deja nunca de querer y de esperar a su hijo, aunque éste se haya alejado y olvidado del padre; un padre que sale contento y feliz al encuentro del hijo cuando éste regresa; un padre que ama, disculpa y perdona a su hijo; un padre que organiza una fiesta porque su hijo ha vuelto.
El centro de la liturgia de este tercer domingo de Cuaresma, en el que vamos caminando hacia la Pascua, es la llamada a la conversión.
Jesús en el evangelio de hoy nos hace una invitación explícita a la conversión. La conversión como llamada del tiempo cuaresmal y como llamada permanente ya que nosotras hemos hecho un voto de conversión de nuestras costumbres, (RB, cap. 38)
La decisión de emprender el camino de la conversión, no puede ir dilatándose sin fecha de término, sino que nos exige una opción firme y clara, decidida y valiente por nuestra parte.
El evangelio de este domingo nos relata la experiencia vivida por los amigos más cercanos de Jesús, Pedro, Santiago y Juan: la transfiguración de Jesús y la significación de este hecho en los discípulos.
Juan y Santiago callan… Pedro expresa su particular manera de comprender lo vivido. Como a cada una de nosotras nos sucede en tantas ocasiones. Y es que a nadie le amarga un dulce y la tendencia es a “quedarnos en aquellas creencias, razones y conductas que nos permiten mantener nuestro espacio de confort. Cuántas veces decimos, en silencio o con palabras, también con acciones que preferimos quedarnos cerca de Jesús, sin “choza”, pero abrigadas por su cercanía. ¡Qué bien se está aquí! Sería bueno que nos quedáramos en esta intimidad, tranquilas, cerca de Jesús, lejos de lo que sigue sucediendo en el llano, sin problemas ni responsabilidades, porque ya se encargarán los demás de arreglarlo. ¡Qué bien se está aquí! ¡Sería bueno que nos quedáramos aquí!
El evangelio de este domingo, con el que propiamente se da comienzo el tiempo de Cuaresma, nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto y que, salvando las distancias y las circunstancias concretas, no son distintas de las nuestras.
Jesús, después de ser bautizado, se dirige al desierto, empujado por el Espíritu, para prepararse durante cuarenta días a la misión encomendada por su Padre.