Domingo IV - Cuaresma
Juan 9, 1-41
Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Un ciego no ve, pero está, en la calle, a la vista de todos; grita, extiende la mano, pide limosna. Jesús lo ve, se acerca a él con compasión y ternura, inicia un diálogo liberador. Se niega a aceptar la opinión generalizada de que está así por su culpa. En este ciego estamos representados todos, nosotras también que, a veces estamos ciegas, no sabemos o no queremos ver. Pero Jesús es la luz del mundo que viene a iluminar las tinieblas de nuestro corazón. Por eso, el Señor nos sale hoy al encuentro y nos anima a vivir en la luz con los ojos y el corazón bien abiertos para que nuestros actos sean pequeños reflejos de Su luz.