Solo el amor nos cambiará

sembrando amorMensaje de Navidad

Sobre el mundo se ha acumulado tanta injusticia y sufrimiento que una, sin ser directamente culpable, se siente, a veces avergonzada simplemente de vivir, de poder comer, de tener un techo donde cobijarse, es decir, de llevar una existencia mínimamente normal a la que deberíamos tener acceso todos.

Pero, ¿quién piensa hoy de verdad en los demás? Es inmoral instalarnos en el propio bienestar sin acordarnos de los pobres, de los que sufren cualquier tipo de exclusión, de los más desfavorecidos, de los que han sido castigados por la adversidad. Por desgracia esta actitud es hoy muy general.

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Reflexión de Navidad

verboEsta Noche celebraremos, con toda la Iglesia y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, el nacimiento de Jesús.

Que nuestro Dios haya venido al mundo mediante su Hijo, nacido en Belén, constituye la dimensión más genuina de nuestra fe. Creemos en un Dios creador y señor de todas las cosas, que se ha hecho un niño indefenso en una cueva humilde de un país humilde.

La Palabra se hizo carne. Nuestro Dios asume nuestra condición humana, se encarna en nuestra historia. ¡Qué misterio tan grande y, a la vez, tan entrañable! Lo que habían anunciado los profetas se cumple. El Mesías, el salvador, que esperaban todos los pueblos, nace de una virgen.

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Natividad del Señor - C

natividadANTE EL MISTERIO DEL NIÑO

Los hombres terminamos por acostumbrarnos a casi todo. Con frecuencia, la costumbre y la rutina van vaciando de vida nuestra existencia. Decía Ch. Peguy que «hay algo peor que tener un alma perversa, y es tener un alma acostumbrada a casi todo». Por eso no nos puede extrañar demasiado que la celebración de la Navidad, envuelta en superficialidad y consumismo alocado, apenas diga ya nada nuevo ni gozoso a tantos hombres y mujeres de «alma acostumbrada».

Estamos acostumbrados a escuchar que «Dios ha nacido en un portal de Belén». Ya no nos sorprende ni conmueve un Dios que se ofrece como niño.

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Cuarto Domingo Adviento 2018 - Ciclo C

visitacionDespués de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha «deprisa», con decisión. Siente necesidad de compartir con su prima Isabel su alegría y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena de espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima en nombre de Dios.

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