Domingo 8 - C 2025

domingo 8 c 2025Lucas6,39-45

En este domingo Jesús nos previene contra la hipocresía y la falsedad. Nos recuerda que lo que se lleva en el interior es lo que tarde o temprano acaba saliendo por nuestra boca. Hablar de los defectos de los demás es, en ocasiones, una excusa para no mirarnos por dentro y no reconocer con lucidez nuestras limitaciones.

Mirarnos con honestidad nos ayudará a no disfrazar nuestros pecados, a no proyectar en el otro el malestar que está en nuestro interior, a no tapar nuestros defectos poniendo el foco en lo que los otros hacen o dejan de hacer. Contemplar la limpieza de corazón y la autenticidad de vida de algunas personas es un estímulo para que nuestro interior se conecte con nuestro exterior y así, demos frutos sencillos del bien que llevamos dentro.

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Domingo 7 - C 2025

domingo 7 c 2025Lucas 6, 27-38

El malestar que nos generan algunas personas no siempre nace de una maldad de corazón. Pueden ser malentendidos, diferencias de carácter u otras razones las que pueden provocar que una relación personal, familiar o del entorno del trabajo se vuelva incómoda y molesta.

Por otra parte, tenemos que asumir con serenidad que haya personas que nos quieran mal. Puede ser por prejuicios ideológicos o por esa mezcla destructiva que forman el orgullo y la envidia por lo que la mirada de estas personas hacia nosotros esté envenenada y hagamos lo que hagamos siempre les parecerá mal.

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Domingo 6 - C 2025

domingo 6 c 2025Lucas 6, 17.20-26

El evangelio de este domingo nos presenta el texto de las Bienaventuranzas de Jesús según las presenta el evangelio de Lucas, que tienen algunas diferencias significativas con las del Sermón del Monte de Mateo. Diferencias que se explican, fundamentalmente, porque son evangelios dirigidos a comunidades de origen y sensibilidades diversas. Señalo alguna de ellas: Mateo sitúa el sermón en el monte, presentando a Jesús como nuevo Moisés, porque su evangelio va destinado a comunidades de origen judío; Lucas lo ubica en el llano: su evangelio piensa más en comunidades de origen gentil. Por esa misma diferencia, Lucas selecciona cuatro bienaventuranzas, en vez de las ocho de Mateo y añade cuatro “maldiciones” que Mateo no menciona.

Dicho eso, creo que es bueno aclarar el sentido de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas son, antes que nada, tanto en Mateo como en Lucas, unas palabras de bendición de Dios sobre los pobres de este mundo.

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Domingo 5 - C 2025

domingo 5 c 2025Lucas 5, 1-11

¿Quién no se ha sentido alguna vez como Pedro? Cansada de luchar, pero no con ese cansancio físico que se alivia durmiendo, sino con ese agotamiento interior, donde la vida pesa y la rutina pierde sentido. Toda la noche pescando… y nada. En la oscuridad, el horizonte se desvanece y la mirada se acorta tanto que incluso la presencia se vuelve invisible. Quizá hasta habían pescado algo, pero ¿cómo verlo en la noche?

A veces nosotras también experimentamos ese cansancio. Sin embargo, en medio de esa situación, Jesús sale a nuestro encuentro. Nos invita a adentrarnos de nuevo en el mar con Él, en la misma barca, en el mismo mar. Aparentemente, nada va a cambiar, pero todo es distinto: ahora Pedro lanza las redes mirando a Jesús, escuchando su Palabra y confiando en ella.

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Domingo 4 - C 2025 Presentación del Señor

domingo 4 c 2025aLucas 2, 22-40

El evangelio de esta fiesta nos trae todavía el eco del misterio contemplado a lo largo de la Navidad: la alegría de reconocer al Dios-con-nosotros y de comunicarlo a todos los que nos rodean. Es lo que hicieron los ancianos Simeón y Ana, que son modelo para la vida de los monjes y las monjas de todos los tiempos.

El bellísimo relato del evangelio según san Lucas (2, 22-40) encontramos a José y a María que llevan a Jesús al templo para presentarlo al Señor tal y como prescribía la Ley.

Paradójicamente, casi no tienen ni tiempo de entrar en el templo, porque inmediatamente lo cogen en sus brazos un hombre y una mujer ancianos. Esta imagen nos hace dar cuenta que Jesús “pertenece” al hombre; Jesús es de todos aquellos hombres y mujeres sedientos de Dios, de aquellos que nunca han desistido de buscar y de soñar, como el anciano Simeón y también de aquellos, que como la anciana profetisa Ana saben ver siempre más allá de la realidad reconociendo en un recién nacido el Dios-con-nosotros. Ambos, en su vejez, viven a Dios como futuro, como cumplimiento de toda su larga espera.

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