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Domingo 18 - C 2025

domingo 18 c 2025Lucas 12, 13-21

Jesús está enseñando a la multitud cuando un hombre lo interrumpe con una petición aparentemente legítima: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.” No pide un milagro, ni comprensión, sino justicia económica. Pero Jesús no accede. Él no es juez de causas externas, sino médico de los corazones. Y en el corazón de este hombre hay algo más profundo que una herencia disputada: hay codicia, deseo de poseer, de tener más. Por eso Jesús lanza una advertencia clara: “Guardaos de toda clase de codicia, porque, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.”

La advertencia da paso a una parábola. Un hombre rico tiene una gran cosecha. Es tan abundante que decide derribar sus graneros y construir otros más grandes. Todo parece normal, incluso admirable: organización, visión de futuro, seguridad. Pero el relato se tiñe de sombra cuando ese hombre empieza a hablarse a sí mismo: “Alma mía, tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe, date buena vida.”

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Domingo 17 - C 2025

Domingo 17 c 2025Lucas 11, 1-13

Jesús oraba en cierto lugar. Al terminar, uno de sus discípulos, conmovido quizá por la forma en que lo hacía, se atrevió a pedir: “Señor, enséñanos a orar”. No le pide una oración cualquiera, ni una fórmula para repetir, sino que desea aprender a hablar con Dios como Él lo hace, con esa intimidad serena, profunda, confiada.

Y Jesús responde con palabras que aún hoy resuenan en lo más profundo del alma: “Cuando oréis, decid: Padre…”. Solo esa palabra ya transforma. No dice “Dios lejano”, ni “Juez eterno”, sino simplemente “Padre”.

Ese inicio lo cambia todo: orar no es realizar un rito o cumplir con un deber, es dirigirse a un Dios que nos ama como hijos, que nos conoce, que se compadece, que espera nuestro corazón abierto. Jesús enseña una oración breve, pero densa, cargada de sentido.

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Domingo 16 - C 2025

domingo 16 c 2025Lucas 10, 38-42

El Evangelio de este domingo nos presenta una escena sencilla pero profundamente reveladora: Jesús visita la casa de Marta y María. Dos hermanas, dos actitudes, una sola presencia que lo transforma todo. Este pasaje, breve pero denso, se convierte en un espejo para examinar nuestra vida espiritual, nuestras prioridades y la calidad de nuestra relación con el Señor.

El texto comienza con una afirmación esencial: “Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.” Esta es ya una imagen poderosa. Jesús no irrumpe, no se impone. Es acogido. La iniciativa es de Marta, quien abre su casa al Maestro.

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Domingo 15 - C 2025

domingo 15 c 2025Lucas 10, 25-37

Hoy la liturgia nos regala una de las parábolas más entrañables y provocadoras del Evangelio: la del Buen Samaritano. Una parábola que, aunque conocida, nunca se agota, porque toca el corazón mismo del mensaje de Jesús y nos llama a una conversión continua del corazón.

Todo comienza con una pregunta: «¿Maestro, qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Jesús responde como buen rabino: no da una respuesta directa, sino que devuelve la pregunta: «¿Qué está escrito en la Ley?» Y el doctor de la ley responde bien: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… y al prójimo como a ti mismo.» Hasta ahí, podríamos decir, vamos bien. Pero el problema no es entender la ley, sino vivirla. Y entonces viene la segunda pregunta, que revela algo más profundo: «¿Y quién es mi prójimo?»

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Domingo 14 - C 2025

domingo 14 c 2025Lucas 10, 1-9

Retomamos este domingo las lecturas del evangelio de Lucas, el propio de este ciclo, después del tiempo pascual y de las solemnidades que le siguen. Me parece muy sugerente que en este domingo de “re-comienzo” la llamada evangélica sea precisamente la del envío, la de la misión que el Señor Jesús encomienda a todos los que le siguen, y, por supuesto, también a nosotros: “Os envío…”.

El Señor Jesús nos envía a todos. A todos los que le queremos y le seguimos. Muchas veces hemos malinterpretado este envío y la petición del Señor: “rogad al dueño de la mies que envío obreros a su mies” como si se refiriese únicamente a sacerdotes o personas de vida consagrada. Evidentemente, Jesús no pensaba en ellos o sólo en ellos. Todos los cristianos somos “enviados” en misión a nuestro mundo.

¿Cuál es el contenido de la misión? ¿a qué somos enviados? El evangelio de hoy lo formula de un modo precioso: “curad a los enfermos que haya y decidles: el Reino de Dios ha llegado a vosotros”. Somos enviados a anunciar que el Dios de Jesús, el Dios de la misericordia y la consolación, el Dios de la vida y de la paz, está ya entre nosotros, se hace presente en nuestro mundo, está ya llevando adelante su obra de salvación.

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