Domingo 18 - C 2025
Jesús está enseñando a la multitud cuando un hombre lo interrumpe con una petición aparentemente legítima: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.” No pide un milagro, ni comprensión, sino justicia económica. Pero Jesús no accede. Él no es juez de causas externas, sino médico de los corazones. Y en el corazón de este hombre hay algo más profundo que una herencia disputada: hay codicia, deseo de poseer, de tener más. Por eso Jesús lanza una advertencia clara: “Guardaos de toda clase de codicia, porque, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.”
La advertencia da paso a una parábola. Un hombre rico tiene una gran cosecha. Es tan abundante que decide derribar sus graneros y construir otros más grandes. Todo parece normal, incluso admirable: organización, visión de futuro, seguridad. Pero el relato se tiñe de sombra cuando ese hombre empieza a hablarse a sí mismo: “Alma mía, tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe, date buena vida.”





