Domingo II - A
Juan 1, 29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…he contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre Él… ese es el que bautiza con Espíritu Santo… y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
El Espíritu que se posa sobre Jesús es el mismo que se posa sobre cada una de nosotras, no por mérito propio, sino por pura gracia, por la gratuidad de Dios que así lo quiere. Con Jesús y a través de Jesús hemos recibido el Espíritu Santo que nos hace hijas, todos los dones nos han sido dados, Dios mismo se nos entrega entero. Cómo podríamos ni imaginar tal cosa.